Difusión de noticias e investigaciones relacionadas a la Antropología, Arqueología, Patrimonio e Historia a nivel mundial.

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Si queremos lograr una cultura más rica, rica en valores de contrastes, debemos reconocer toda la gama de las potencialidades humanas, y por lo tanto tejer una sociedad menos arbitraria, una en la que la diversidad del regalo humano, encuentre un lugar adecuado." Margaret Mead

octubre 06, 2016

Los humanos modernos venimos de una sola migración desde África

Los humanos modernos  venimos de 

una sola migración desde África



Qué nos empujó a explorar más allá de los límites de lo conocido, a abandonar África y a colonizar el planeta atravesando hielo, montañas, mares y desiertos, sigue generando un intenso debate en ciencia. También, si se produjo un solo éxodo o fueron varios, cuándo, o qué rutas emprendieron nuestros antepasados, cuestiones clave para poder entender nuestro pasado como humanos.
En ese sentido, esta semana la revista Nature publica un compendio de tres artículos que completan algunas de las piezas del complejo puzzle de la evolución humana. 
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Coordinados por el genetista David Reich, investigador del Instituto Howard Hughes de la Escuela de Medicina de Harvard (EEUU), diversos equipos internacionales han empleado tecnologías de secuenciación del genoma humano para describir la diversidad genética de poblaciones de regiones hasta el momento poco estudiadas, como los aborígenes de Australia y de Papúa Nueva Guinea.
También arrojan luz sobre la diáspora de nuestros antepasados por el planeta: los tres trabajos concluyen que los humanos modernos no africanos procedemos de una misma población que emigró de África hace 75.000 años.
“A pesar de que los artículos no presentan ninguna conclusión revolucionaria por novedosa, la gran cantidad de datos nuevos que producen y analizan nos permite refinar más las hipótesis sobre el ‘out of Africa’”, considera Carles Lalueza-Fox, uno de los expertos mundiales en paleogenómica e investigador del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF).


octubre 05, 2016

Japón: el imperio de la moda en el siglo XVIII

Japón: el imperio de la moda en el siglo XVIII


Los pinos o matsu bordados sobre este 
kosode femenino de seda estaban asociados
 a la estación del invierno y simbolizaban una larga vida.


Aunque el vestido estaba regulado por el Estado, las damas de clase alta gustaban lucir modelos caros y sofisticados


El día 21 de octubre del año 1600 se libró una sangrienta batalla en la llanura de Sekigahara. La matanza fue descomunal; la victoria de uno de los bandos, absoluta. La familia de los Tokugawa se apoderó del cargo de shogun o dictador militar, y pudo así gobernar Japón durante casi tres siglos, a lo largo del período Edo, llamado así por el nombre de la capital, la actual Tokyo. El nuevo shogunato no sólo trajo a Japón políticas diferentes; también marcó el inicio de un profundo cambio en la forma de vestir, que acabó dando lugar a lo que hoy conocemos como indumentaria japonesa tradicional.

Desde fines del siglo XV, la prenda exterior básica de los japoneses había sido el kosode, ancestro del kimono, una especie de túnica abierta con patrón en forma de T que se ajustaba a la cintura con una faja. Derivado de una antiquísima camisa interior del mismo nombre que se usaba en época Heian (794-1185), el kosode era prácticamente unisex: tenía el mismo corte para hombres y mujeres, y decoración parecida. Había, eso sí, distintos tipos según los detalles del patrón o los materiales, y también eran un poco diferentes según la época del año para la que estaban pensados. Ambos sexos gustaban de los elementos ornamentales grandes y llamativos y de los bordados con hilo de oro, siempre que pudieran permitírselos.

Vestir como manda el shogun
En el centro de la composición bordada y estampada 
de este kosode femenino de mangas cortas, 
con fondo rojo vino, se ve un ave fénix o hoo, 
símbolo de sinceridad, verdad y honestidad.


Al entrar en el período Edo, las cosas cambiaron de forma radical. Por un lado, pronto empezaron a distinguirse los motivos ornamentales de las ropas de hombre y de mujer. Las damas se reservaron la decoración colorida y vistosa, mientras que los caballeros se decantaban por motivos pequeños y simples, por ejemplo, los diseños rayados. Se trata en realidad de un proceso muy similar al que tuvo lugar en los países de Occidente, sólo que con un siglo de adelanto; en Europa, la separación de colores y motivos no comenzaría hasta finales del siglo XVIII, y se consagraría de manera definitiva a lo largo del XIX.

Asimismo, a medida que se separaban los diseños por géneros, los bordados de hilo de oro fueron también siendo sustituidos por estampados, quizá debido a las leyes contra el lujo que promulgó el gobierno; hay que decir, de todos modos, que algunos estampados eran casi tan laboriosos como un bordado, y su resultado prácticamente igual de espectacular.


En el Japón Edo, las clases pudientes estaban sometidas a una minuciosísima normativa dictada por el shogunato, que establecía la indumentaria apropiada para cada uno según su rango. Los vestidos lujosos estaban reservados por ley a la aristocracia, y su uso por damas de clase inferior se castigaba severamente. Por ejemplo, el escritor Mitsui Takafusa, en su Chonin Kokenroku (Observaciones sobre los mercaderes, 1728), cuenta que a principios del siglo XVIII vivía en Edo un rico comerciante de apellido Ishikawa. Su esposa, olvidando las normas que prohibían a los mercaderes los excesos indumentarios, perdía la cabeza por la ropa de lujo y, revestida con sus carísimos kosode, pasaba por una gran dama de la aristocracia. Un día, un gran señor feudal la confundió y la trató con los respetos debidos a una aristócrata. Pero al descubrir después la verdad, montó en cólera por haberse humillado delante de la esposa de un simple mercader y decidió imponer un castigo ejemplar. El desafortunado matrimonio vio sus bienes confiscados y fue expulsado de la ciudad.

Más asociadas aún con las modas en el vestido estaban las geisha, las célebres cortesanas que reinaban en los barrios de placer de Edo, el llamado «mundo flotante». Las geisha del período Edo tardaban largos años en aprender a divertir graciosamente a sus clientes, servirles de beber, cantar, bailar, recitar poesía o tocar instrumentos; no en vano el término geisha significa «artista» y debe distinguirse de las prostitutas propiamente dichas.


La geisha y el samurái

Damas japonesas en una peregrinación
 a un templo próximo a Tokyo a finales del siglo XVIII.
 Xilografía por T. Kiyonaga.


En la actualidad, las geisha son el paradigma de la tradición y mantienen celosamente los detalles de su labor y de su indumentaria. Si en sus primeros años usan vivos colores y mangas larguísimas, en su etapa final dominan los tonos oscuros y la sobriedad se extiende incluso al peinado. En el período Edo, en cambio, las geisha iban siempre a la última. Lejos de ceñirse a modelos ancestrales, eran ellas quienes creaban las tendencias, que enseguida circulaban rápidamente por todo el país gracias a las estampas en las que se las representaba un poco a la manera de las actuales revistas de moda. A fines del período Edo, todas las japonesas del país que podían hacerlo copiaban a las geisha de las grandes ciudades y se envolvían en ropajes similares, tan largos que a menudo arrastraban sus ricos tejidos por el suelo. Las geisha eran las it girls del momento.

En cuanto a los hombres, el personaje más característico del Japón Edo fue sin duda el samurái. A lo largo de lo que fue una etapa extraordinariamente pacífica de la historia japonesa, los antiguos guerreros feudales se vieron abocados a la inacción. Por eso, precisamente, se dedicaron a sistematizar su código de conducta y su vestimenta. Este atuendo estaba compuesto por dos prendas principales: un amplio pantalón o hakama y una prenda superior que podía ser una suerte de chaleco con los hombros muy exagerados o bien una especie de chaqueta larga y abierta llamada haori. Este conjunto básico era prosaicamente conocido en la época como kamishimo, «lo de arriba y lo de abajo».

Siguiendo la moda, tanto los pantalones como el chaleco o chaqueta solían ser de colores poco llamativos y emplear motivos pequeños y sobrios, aunque el escudo familiar, también presente, indicaba el rango del portador. Los materiales eran distintos según el poder adquisitivo del samurái, a pesar de las recomendaciones de célebres maestros como Kato Kiyomasa, que abogaba por el algodón. De algodón o de seda, la vestimenta de un samurái no estaba completa sin su katana, la larga espada que desde el decreto del año 1588 era un arma exclusiva de la clase guerrera. Además, un samurái que se preciase no llevaba otro peinado que el emblemático chonmage, una coleta de gran altura que se resaltaba aún más afeitando la zona frontal de la cabeza y de la que se decía que hacía encajar mejor el casco.

Vestidos de papel

Los japoneses de clase popular se enfrentaban también a numerosas restricciones vestimentarias. Les estaba prohibido emplear tejidos lujosos para sus ropas, y había zonas en las que sólo podían poseer un traje de cáñamo para el verano y otro de papel para el invierno, como ordenaba un decreto de 1674 a los campesinos de la región de Tosa, en el suroeste del país. Aunque hoy día nos resulte sorprendente, las prendas de papel o shii, de uso común en esta zona, se extendieron por todo el país a finales del período que nos ocupa. Eran ligeras, lavables, bastante resistentes y más cálidas que las de algodón. Se fabricaron hasta la segunda guerra mundial y todavía hoy hay artesanos que las producen. Los campesinos también recurrieron a materiales menos elaborados, como los juncos, con los que se realizaban las capas para la lluvia o mino, tan parecidas a las antiguas «corozas» españolas que se usaron hasta el siglo XIX en las aldeas gallegas.


Para saber más

Historia breve de Japón. Irene Seco Serra. Sílex, Madrid, 2010.
Japón (Diccionario de las civilizaciones). R. Monegazzo. Electa, Madrid, 2008.

septiembre 02, 2016

Guía para (no) quedarse embarazada en la Roma antigua: amuletos, preparados, ungüentos y demás métodos contraceptivos.



Guía para (no) quedarse embarazada en la Roma antigua: amuletos, preparados, ungüentos y demás métodos contraceptivos. 


La intención, por parte de la mujer, de regular su propia reproducción, es una realidad presente desde la Antigüedad. También Roma, civilización que nunca dejará de sorprendernos, hizo uso de métodos contraceptivos, que servían a los propósitos de aquellas mujeres que contemplaban el embarazo como un obstáculo en su vida, convirtiéndose en una alternativa para ellas antes de tener que recurrir a un más arriesgado aborto o a una exposición de un bebé que, en cualquier caso, ya había tenido que gestar en su interior durante nueve largos meses. Pensemos que, si hablamos de sociedades antiguas, la garantía de que un embarazo saliera adelante era mucho más reducida que en la actualidad, habiendo unas altísimas tasas de mortalidad ya no sólo del feto, sino también de la madre.

Un colectivo que podría ejemplificar bien lo que estamos diciendo podría ser el de las prostitutas[1], que podrían ver peligrar su trabajo ante la perspectiva de enfrentarse a un embarazo, con casi total seguridad, no deseado. En cualquier caso, no sólo las prostitutas recurrían a estas alternativas, que, por el contrario, han sido constatadas en la totalidad de la sociedad.

Uno de los métodos más frecuentes de contracepción fue la consumición de determinados preparados, cuyas recetas se conservan en buena medida en las fuentes. Algunos de los ungüentos más simples eran la impregnación del orificio del útero femenino con aceite de oliva, algunas resinas (a las que se podía añadir blanco de plomo o albayalde) o también con miel. Aristóteles, por su parte, recomienda untar en los genitales femeninos un ungüento preparado con aceite de cedro, plomo blanco o incienso, mientras que en el Corpus Hipocrático se insiste en la efectividad del sulfato de cobre diluido ingerido por vía oral.

Un autor especialmente activo en lo referente a los métodos contraceptivos fue Dioscórides, quien hacía gala de conocer cuantiosas pociones para tales fines, así como también algún que otro amuleto. Algunas de estas pociones aconsejadas por el médico y botánico griego incluían la aplicación de menta, miel, goma de cedro o diferentes hierbas que, una vez cortadas y aplicadas en forma de mejunje sobre los genitales femeninos, se supone que evitaban el resultado de un embarazo no deseado. J. M. Riddle, cuya obra es fundamental para el estudio de la contracepción y el aborto a lo largo de la Historia, afirma que Dioscórides menciona en su obra una planta contraceptiva pensada para los hombres, aunque lo cierto es que en la propia cita no se halla ninguna mención concreta a que esta planta (la madreselva etrusca o “periklymenon”) sirviera para uso femenino:


“Su fruto recogido maduro y secado a la sombra, se bebe con vino, el peso de una dracma, durante cuarenta días, y reduce el bazo, mitiga el cansancio, resuelve la ortopnea y el hipo, y a partir del sexto día provoca una orina sangrienta. Es también acelerador del parto. Las hojas tienen la misma virtud. Se dice que bebidas durante treinta y siete días producen esterilidad. Aplicadas como ungüento con aceite, mitigan los temblores en las fiebres periódicas” (Pseudo-Dioscórides, De Materia Medica, IV, 14, trad. de Manuela García Valdés, 1998).

Sorano, por su parte, apuesta por la eficacia del aceite de oliva viejo, la miel o la savia procedente del árbol del cedro, todo ello aplicado en la entrada de la vagina de forma que se crease una coagulación que la cerrase antes del sexo, actuando como posterior barrera frente al esperma masculino. El propio Sorano también recomendaba el empleo del vinagre, el aceite de oliva o la piel de granada, así como higos secos a modo de supositorios vaginales anticonceptivos. Además de todo lo dicho, las romanas también echaban mano de abluciones mezclando alumbre y vino, o por ejemplo salmuera y vinagre y, lo que es más básico, agua fría.

Para todos estos procesos, la lista de ingredientes es larga y especialmente llamativa en una cosa: lo escatológico de su naturaleza. Esto ha hecho que los especialistas se planteen la posibilidad de que esto sea consecuencia directa de la visión masculina sobre la mujer, o bien un reflejo de la percepción que la mujer tenía sobre sí misma, pues hay que tener en cuenta que los doctores y especialistas que escribían sobre las enfermedades femeninas eran considerablemente dependientes de la información dada por pacientes mujeres o por comadronas.



Relieve en terracota procedente de la tumba de una comadrona. En la imagen podemos ver la labor de la comadrona y su ayudante, así como constatar el empleo de la silla obstetricia. Fuente: D’Ambra, 2007, p. 87.


Uno de los métodos contraceptivos más usados y, al mismo tiempo, más simples, fue, como acabamos de ver, el agua fría. De ésta se creía que tenía la capacidad de matar al esperma, lo que explica que la acción de lavar con agua de manera frecuente fuese un acto considerado indigno al que se entregaban los amantes perversos y enamorados; es quizás en respuesta a eso por qué a una mujer que hacía el amor con mesura se le llamaba “Mujer lavada”, mientras que a aquella que lo hacía frecuentemente se le hacía llamar “Mujer húmeda”, tal y como demuestran algunos pasajes de la obra de Cicerón, quien, por cierto, no pasó a la historia gracias a lo “moderno” de sus ideas.

La abundancia de amuletos empleados como métodos contraceptivos nos pone de manifiesto una vez más lo presente que estaba la superstición en el día a día de las sociedades antiguas en general y de la romana en particular. La variedad era casi tan notable como su extravagancia, como meter un hígado de gato dentro de un tubo y portarlo colgado del pie izquierdo, o llevar atado al cuerpo un pedazo de matriz de leona. Pero sin duda, una de las alternativas más extravagantes mencionados por las fuentes es aquella de la que se hace eco Plinio (HN, XX, 114), y que consistía en pegar las larvas de una determinada araña grande y peluda (una tarántula, quizás) en piel de ciervo, con la que habría de atarse a las mujeres antes de la puesta de sol para conseguir evitar la concepción durante un tiempo estimado de, aproximadamente, un año.

Este tipo de amuletos, que seguramente tenían su raíz en lo más hondo de la cultura popular, no eran tenidos en cuenta por aquellos individuos con cierta formación y conocimientos médicos como es el caso del propio Sorano, quien, recordemos, se oponía a este tipo de prácticas y creencias.

Otro método contraceptivo fue claramente el sexo no vaginal, práctica confirmada a través de varios graffitis de Pompeya y también por el propio Séneca, que hace mención a la práctica del sexo anal durante la noche de bodas. Otra opción para la contracepción era contener la respiración en el momento en el que la eyaculación tuviera lugar, haciendo fuerza hacia afuera de forma que el semen no penetrase tan profundamente. Pero, además de esto, también se creía que incorporarse de manera inmediata después del coito (y lavarse con asiduidad) era un efectivo método anticonceptivo.



Fresco con postura sexual encontrado en Pompeya.Fuente.


Una alternativa indudablemente menos arriesgada habría sido la abstinencia sexual como método anticonceptivo infalible. Para ello, se recomendaba la ingesta de determinados ingredientes que se suponía reducían de manera temporal el deseo sexual: ajo, berro o raíz de nenúfar aplicada localmente, entre otras cosas.

En cuanto al llamado coitus interruptus, carecemos de alusiones directas en lo tocante a las fuentes tanto griegas como latinas y existe un debate abierto entre aquellos que piensan que no era una práctica habitual y aquellos otros que defienden que el motivo de que no se mencione no es el hecho de que no se practicase, sino lo íntimo de su naturaleza.

Por otro lado, Sorano no es el único que alude al fin de la menstruación como momento de mayor fertilidad de la mujer. Teniendo esto en cuenta, parece lógico que evitar las relaciones sexuales durante esos días sería otra buena manera de prevenir una concepción indeseada. Hipócrates también se muestra contundente respecto a esto:


“También es cierto: las mujeres que acaban de tener la regla y tienen deseos, conciben fácilmente; su semen se hace fuerte, si tienen relaciones con sus maridos en el momento oportuno y el semen del hombre se mezcla con el suyo fácilmente; si predomina aquél, es así como se produce la unión” (Hipócrates, Las enfermedades de las mujeres, I, 24, trad. de Lourdes Sanz Mingote, 1998).

Las mujeres romanas eran conscientes que de que existían ciertos mecanismos para evitar, o al menos así lo creían, el embarazo. Ello no le resta validez a la realidad de que la reproducción y la perpetuación del linaje constituyó una piedra angular en su función dentro de la sociedad, una conditio sine qua non en su vida. Lo rudimentario de una ciencia todavía infantil y de los conocimientos anatómicos femeninos (en nada comparables, por cierto, a los masculinos), quizás pudo contribuir a esta larga lista de procedimientos de validez altamente cuestionable, de los que las mujeres romanas antiguas echaban mano para (no) quedarse embarazadas.



[1] Cuando hablamos de las prostitutas las normas cambian. Lo que a priori estaría mal visto en una matrona romana estaría moralmente permitido en el caso de una prostituta. Para ellas incluso se contemplaban otros métodos contraceptivos que no se consideraban válidos o útiles para una matrona; pongamos de ejemplo a Lucrecio, quien aconsejaba a las mujeres mover activamente sus caderas durante el coito para así desviar el semen y evitar la concepción (pero no todas las mujeres, únicamente las prostitutas): “Y así por interés suelen las putas menearse, por ver de no quedar una y otra vez embarazadas y con la preñez postradas, y para que al mismo tiempo la coyunda a sus galanes les resultase mejor dispuesta; nuestras esposas de tal cosa no tienen al parecer necesidad alguna”(Lucrecio, La naturaleza IV, 1273-1278, trad. de Francisco Socas, 2003).

BIBLIÓGRAFÍA

ANGELA, A.,“Amor y sexo en la Antigua Roma”, Madrid: La esfera de los libros, 2015.

CHRYSTAL, P., “Woman in Ancient Rome”, UK: Amberley, 2013.

D’AMBRA, E., “Roman women”, New York: Cambridge University Press, 2007.

FONTANILLE, M. T., “Avortement et contraception dans la medicine gréco-romaine”, París, 1977.

GARRIDO GONZÁLEZ, E., “Concepción, contracepción y embarazo en Grecia y Roma”, en DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. y HERNÁNDEZ CRESPO, R. (eds.), Las edades del hombre. Las etapas de la vida entre griegos y romanos,Madrid, 2014.

RIDDLE, J.M., “Contraception and abortion from the Ancient World to Renaissance”, London: Harvard University Press, 1992.

ROBERT, J.N., “Eros romano: sexo y moral en la Antigua Roma”, Madrid, Complutense, 1999.


agosto 26, 2016

En la isla de Pascua quieren recuperar objetos que están en museos extranjeros


En la isla de Pascua quieren recuperar objetos que están en museos extranjeros

agosto 24, 2016

Cómo las prendas tipo parka protegieron a los Homo sapiens del gélido destino de los Neandertales



Cómo las prendas tipo parka protegieron a los Homo sapiens del gélido destino de los Neandertales


Dibujos de posible vestimenta cálida con capucha realizada por los Homo sapiens. Credit: Libor Balák. 





El misterio de cómo los primeros humanos sobrevivieron a la Edad de Hielo, mientras que los Neandertales desaparecieron en el olvido evolutivo, puede estar en su elección de la ropa de abrigo.

Un nuevo estudio sugiere que nuestros antepasados ​​habían inventado cómodos abrigos forrados de piel similares a las parkas modernas, mientras que los neandertales se quedaron temblando cubiertos solo con capas de prendas.

Los arqueólogos han sostenido durante mucho tiempo acerca de por qué los seres humanos son los únicos homínidos supervivientes, a pesar de que otras especies del género 'Homo' tenían un cerebro de tamaño similar y eran físicamente más fuertes.

Los Neandertales se extinguieron hace unos 40.000 años, y algunos expertos afirman que quedaron fuera de competencia por el Homo sapiens, los cuales habían adquirido nuevos y sorprendentes niveles de cooperación y comunicación que les permitieron compartir los recursos.



Pero ahora científicos de Escocia y Canadá han encontrado pruebas de que los Neandertales no estaban equipados con ropas adecuadas para el frío, necesarias para sobrevivir en la Edad de Hielo glacial.

Los estudios sobre los campamentos de los primeros Homo sapiens han puesto al descubierto huesos de animales peludos, como conejos, zorros y visones, que los investigadores creen fueron utilizados para elaborar sus prendas de vestir y mantenerse calientes. En 56 yacimientos de Homo sapiens también se encontraron restos del glotón, cuyo pelaje todavía es utilizado por los habitantes del Ártico para las gorgueras de sus abrigos esquimales. Ninguno de estos restos óseos fue encontrado en yacimientos de Neandertales.



"La piel del glotón es la mejor piel natural para usar como gorguera en una parka. Proporciona una excelente protección contra el viento, rechaza la escarcha particularmente bien y es extremadamente duradera", escribe el autor principal Mark Collard (arriba), profesor de Arqueología en la Universidad de Aberdeen y actualmente profesor visitante en la Universidad Simon Fraser, en Columbia Británica, Canadá.

"El impacto de las diferencias de vestimenta entre los Neandertales y los Homo sapiens pudo haber sido sustancial. Como es bien sabido, la exposición prolongada al frío en ausencia de ropa adecuada puede conducir a la hipotermia y a la congelación, y eventualmente a la muerte".

"En última instancia, pues, las diferencias en la vestimenta podrían haber tenido un impacto en la salud y tal vez incluso en la supervivencia de los Neandertales, encomparación con los primeros humanos modernos".

También se han encontrado evidencias de agujas de hueso y raspadores de piel en los yacimientos de Homo sapiens. En contraste, los Neandertales no muestran ninguna evidencia de saber cómo hacer prendas herméticas y se cree que simplemente se tapaban con pieles de animales. Algunos arqueólogos opinan, incluso, que podían no haber llevado nada encima.

Una ropa inadecuada no sólo habría hecho la vida más incómoda a los Neandertales, sino que habrían dejado de buscar alimentos más al norte y limitado su tiempo diario de caza y recolección a la parte más calurosa del día.




Los estudios sobre cazadores-recolectores modernos también sugieren que las prácticas de caza emboscada se ven afectadas con una vestimenta pobre, si es que hace demasiado frío como para estar en espera durante largos períodos de tiempo hasta que apareciera una presa.

Un insuficiente forrajeo también podría haber reducido su energía, lo que conduce a una menor tasa de natalidad y a comunidades cada vez más pequeñas, las cuales se hacen finalmente insostenibles.

Por el contrario, los Homo sapiens parecen haber inventado prendas cálidas para protegerse del gélido frío de la Edad de Hielo. Figurillas descubiertas en Siberia (arriba), que datan de hace 24.000 años, se considera que muestran a los primeros seres humanos modernos llevando prendas de tipo parka con capuchas de piel.




"Creo que este pequeño trabajo es realmente interesante", dice el profesor Chris Stringer (arriba), líder de investigación sobre los orígenes humanos en el Museo de Historia Natural de Londres.

"Si nos fijamos en los esqueletos del Hombre de Cro-Magnon, de hace 30.000 años, tenía un aspecto físico como si acabara de salir del noreste de África. Debió haber tenido ropas adecuadas para mantenerse con calor en los climas fríos y la tecnología para hacerlas", añade.

"Esto no va a ser toda la historia sobre cómo los Homo sapiens reemplazaron a los 
Neandertales, pero su capacidad para guardar el calor pudo haberles dado, sin duda, una 
gran ventaja. Mantener a los niños calientes, en particular, probablemente permitió que 
muchos más sobrevivieran a la infancia, con lo que habría mejorado el tamaño de la 
población", concluye.

Los investigadores sugieren que los Neandertales pudieron no haber sido lo suficientemente inteligentes como para diseñar ropas contra los climas fríos, o no tuvieron las tradiciones culturales necesarias al respecto.


Retrato del fotógrafo y cronista de los nativos americanos, Edward S. Curtis, mostrando las primeras parkas tradicionales. 


"Hay un acuerdo general de que, a medida que los primeros seres humanos modernos se trasladaron a la Europa glacial, éstos habrían adoptado ropas altamente aislantes contra los climas fríos, lo que implica múltiples prendas de protección hechas a partir de pieles flexibles bien curtidas", concluyen los autores en un artículo publicado en Journal of Anthropological Archaeology.


"Hay razones para creer que la diferencia en la vestimenta ayudó a los primeros humanos 
modernos a competir con éxito contra los Neandertales por el territorio y los recursos".

Fuente: Terrae Antiqvae

agosto 22, 2016

Arqueología submarina y 8 tesoros sumergidos

ARQUEOLOGÍA SUBMARINA Y 8 TESOROS SUMERGIDOS


A lo largo de la historia del mundo, ciudades enteras han sido tragadas por enormes olas, y miles de barcos han desaparecido en el mar. Mientras que la tranquila superficie de los océanos no muestra la traza de estas naves y edificios, sus ruinas y restos descansan en el fondo del mar, protegidos en la oscuridad de las profundidades. Estos son restos que nos proporcionan, si son hallados, el testimonio de los diversos períodos y aspectos de nuestra historia, ya sea la crueldad de la trata de esclavos, la ferocidad de las guerras, el impacto de los desastres naturales o el diálogo pacífico e intercultural entre regiones muy lejanas.


Naufragios

Se calcula que más de 3 millones de navíos naufragados están repartidos en los fondos oceánicos de todo el planeta. El Diccionario de Desastres en el Mar, por ejemplo, lista más de 12.542 barcos de vela y buques de guerra perdidos en el mar, y éso sólo en el periodo que va entre 1824 y 1962. Muchos buques famosos han desaparecido, y ésto ha inspirado infinidad de libros y películas. Son miles y miles los barcos hundidos, incluyendo la Armada de Felipe II de España, el Titanic, la flota de Kublai Khan, los barcos de Cristóbal Colón, y los galeones españoles que navegaban cruzando los mares entre las Américas y España.


Ruinas y cuevas en las profundidades

Del mismo modo, los restos de un sinnúmero de construcciones antiguas están sumergidos bajo el agua. Mientras hay leyendas que hablan de la misteriosa Atlántida, una auténtica “Pompeya” se ha descubierto en la bahía de Alejandría, hecho que se suma a la existencia de las ruinas del famoso faro de Alejandría conocido como Pharos (la reputada séptima maravilla del mundo que ahora se intenta reconstruir), y al palacio de Cleopatra y numerosos templos. Las reliquias submarinas también incluyen restos antiguos de la vida humana, conservados en cuevas sumergidas, como es el caso de la Cueva de Cosquer en Francia o en el cenote de Chichén Itzá en México.



Patrimonio en peligro

Hoy en día, los naufragios y ruinas submarinas son cada vez más accesibles al hombre. Para llevar a cabo las excavaciones se requiere un equipo de submarinismo profesional y un alto nivel de formación , y por ello, el patrimonio arqueológico submarino ya no está sólo al alcance de los cazadores de tesoros.

Al alcance de muchos, demasiados

• En 1942-1943, Jacques-Yves Cousteau y Emile Gagnan, gracias a su invención de la escafandra autónoma, hicieron posible alcanzar mayores profundidades en el mar, y ésto trajo consigo que los naufragios, y sus correspondientes pecios, se volvieran mucho más accesibles.

• En 1989, el submarino japonés Shinkai 6500 logró descender a 6.527 metros bajo el nivel del mar en la fosa de Sanriku, Japón. La nave que tiene una tripulación de tres pilotos se utiliza para la investigación en alta mar. En 1995, la sonda japonesa no tripulada Kaiko, descendió a la profundidad récord de 10.911 metros.

• Al comienzo del siglo XXI, los buceadores de mar abierto (open water), ya son capaces de descender a una profundidad de hasta 100 metros, y con el circuito “re-breathers” cerrado, a más de 140 m.



Destrucción, robos y explotación comercial

DESTRUCCIÓN

Un objeto que se haya sumergido durante un largo período en agua salada y se recupere del fondo del mar, se enfrenta a un riesgo de deterioro acelerado al entrar en contacto con el aire. Lo primero y urgente es someter el objeto a la desalación y a un tratamiento adecuado de conservación para ser preservado. En 1840, por ejemplo, cuando se subastaron objetos recuperados del famoso naufragio Mary Rose, se encontró que las bolas de hierro de cañón que inicialmente tenían un peso de 32 libras, se habían reducido a sólo 19 libras. Después de ser expuestas al aire durante un cierto tiempo, el aumento de temperatura había causado su oxidación. Además, la sal del agua de mar se había cristalizado en el secado y erosionó, aún más, la estructura del metal. Este tipo de fenómeno también afecta a la loza de barro, y mucho más a la madera. Por lo tanto, la excavación sin la conservación adecuada, puede convertirse fácilmente, por la propia ignorancia( o estupidez) de los cazadores de tesoros, en un vandalismo no intencionado.


EXPOLIOS

Muchos sitios arqueológicos subacuáticos han sido víctimas de expolios y saqueos. Ya en 1974, los estudios mostraron que todos los pecios conocidos de la costa de Turquía habían sido saqueados. En la década de 1990, los arqueólogos israelíes estimaron que casi el 60 por ciento de los bienes culturales sumergidos originalmente en aguas israelíes, había sido recuperado y dispersado sin dejar rastro en colecciones públicas. Del mismo modo, los científicos franceses estiman que, de todos los naufragios antiguos conocidos que se encuentran frente a la costa de Francia, sólo el 5 por ciento permanecen intactos.


INSUFICIENTE PROTECCIÓN LEGAL

En muchos países, la falta de protección legal, conlleva que no existan herramientas suficientes para prevenir la explotación y apropiación indebida, por parte de los cazadores de tesoros, de objetos procedentes de yacimientos submarinos . Esto se ilustra mejor si ponemos el ejemplo de Portugal. Entre 1993 y 1995, la legislación portuguesa permitió la venta de restos arqueológicos de las excavaciones submarinas dentro de sus aguas territoriales. Al menos seis empresas internacionales de tesoros establecieron sus operaciones en Portugal para explotar el rico patrimonio cultural subacuático a lo largo de sus costas. La legislación portuguesa fue congelada en 1995 y derogada en 1997, dando lugar a un resurgimiento de la arqueología científica bajo el agua. En 2006, Portugal ratificó en la Convención de 2001 de la UNESCO que iba a reforzar la protección de su patrimonio cultural subacuático y a cooperar así, eficazmente, con otros Estados de la región.


8 Tesoros sumergidos y en peligro



El Titanic, Newfouland, Canadá

Este legendario crucero de lujo que se hundió en 1912, después de chocar contra un iceberg, se buscó en vano durante muchos años. Pero hasta 1985, el Titanic no fue localizado. A pesar de una declaración internacional de que los restos del naufragio, así como su zona arqueológica, deberían dejarse intactos, siendo respetados como una fosa común , una primera expedición comenzó a extraer objetos del lugar en el año 1987. Posteriormente, una empresa privada recuperó cerca de 1.800 objetos adicionales de los restos del naufragio. La mayoría de estos objetos han sido susceptibles de ser vendidos y dispersados. Sin embargo, el Reino Unido, Canadá, Francia y los EE.UU están cooperando para ejecutar la aplicación de una protección efectiva de los restos del naufragio que aún permanecen en las profundidades del Atlántico.


El Tek Sing, Mar del Sur de China

En el año 1999, enormes cantidades de porcelana fueron rescatadas de uno de los últimos juncos chinos que la historia conoce, el Tek Sing. La nave, que mide 60 metros de largo y más de 10 metros de ancho, fue encontrada por una empresa privada de rescate de tesoros submarinos que operan en el Mar del Sur de China. Más de 300.000 piezas de porcelana fueron recuperadas y subastadas en Stuttgart, Alemania. La carga, que tenía un valor incalculable, se dispersó, y los restos del naufragio fueron destruidos. El hecho de que los restos del naufragio nos regalaran el testimonio de una de las mayores catástrofes en la historia de la navegación, era de poco interés para los piratas submarinos. El Tek Sing se hundió con sus casi 1.500 pasajeros en el fondo del mar, más personas que las que murieron en el hundimiento del Titanic.


El Naufragio del Elizabeth y Mary (Phip’s Fleet), Bahía de la Trinidad, Canadá

El naufragio más antiguo que se ha encontrado en Quebec es el del barco Elizabeth y Mary, descubierto en 1994 a menos de 3 metros de profundidad. Dentro de la nave se encontró una de las mejores colecciones arqueológicas del siglo XVII que hayan visto la luz. El submarino del Servicio de Parques Arqueológicos de Canadá se encargó de los restos del naufragio y estuvo excavando en la zona durante más de tres veranos. Se trabajó muy intensamente para proteger el pecio contra las tormentas y los buscadores de tesoros. Esta presencia constante, también permitió la rápida recuperación de los objetos que flotaban en la superficie. Los restos del casco del buque se inventariaron, etiquetaron, fueron desmantelados y posteriormente sumergidos de nuevo en un lago cercano. Resumiendo, el sitio produjo cerca de 400 hallazgos arqueológicos.



El Geldermalsen, Arrecife del Almirante Stellingwerf, Indonesia

En 1986, un barco de rescate marítimo británico, descubrió los restos del Geldermalsen, un buque mercante holandés, que se hundió en 1751 con un cargamento de té, seda, oro y porcelana. Un total de 126 barras de oro y 160.000 piezas de porcelana se recuperaron – el mayor cargamento de porcelana china que se haya encontrado jamás -. El Congreso Internacional de Museos Marítimos, condenó la operación de salvamento y la destrucción de los restos del naufragio, con el argumento de que un hallazgo arqueológico tan importante debería haber sido excavado por un equipo de científicos. A pesar de esto, la carga de la Geldermalsen fue saqueada, debido al valor comercial de sus piezas, sin tener en consideración ni su importancia arqueológica, ni histórica, ni científica. El pecio fue destruido, y la porcelana se subastó impunemente en Sotheby’s bajo el nombre de “La Carga de Nankín”.


El naufragio del HMS Pandora, Queensland, Australia

El Pandora, un navío que fue enviado en busca de los famosos amotinados del Bounty en 1790, es uno de los naufragios más impresionantes que se puedan encontrar en el hemisferio sur. Se hundió en la costa de Australia en 1791, y poco después, el barco fue cubierto por una capa de arena que lo ha protegido a lo largo de los años, dejándolo prácticamente intacto. En 1983, comenzó la primera de las nueve excavaciones que se han hecho, dirigidas por el Museo Marítimo de Queensland. Estas catas han proporcionado una ventana única a la cultura europea de finales del siglo XVIII y a la vida en el mar. Los arqueólogos trabajaron dentro de una matriz cuadriculada erigida sobre la arena, a una profundidad de entre 30 a 34 metros, concentrándose en las zonas donde los oficiales y la tripulación vivieron y trabajaron. Los científicos fueron capaces de recoger una gran cantidad de información sobre la vida cotidiana y las costumbres sociales a bordo. Además, las excavaciones también han contribuido, en gran medida, a una mejor comprensión de la famosa “rebelión a bordo” y la posterior persecución de los amotinados.



Nuestra Señora de Atocha, Islas Marquesas, Florida

El pecio de Nuestra Señora de Atocha, es uno de los restos más valiosos y posiblemente más polémicos que se han encontrado. El Atocha fue parte de la flota española que surcaba las olas entre La Habana y España en el siglo XVII. Se hundió en 1622 frente a la costa de Florida. En 1970, una empresa privada de salvamento de tesoros de Estados Unidos, inició la búsqueda del Atocha y su carga. Una vez que tuvieron localizados e identificados los restos del naufragio, obtuvieron un permiso del Estado de Florida para poder excavar. En el lugar se encontró oro y plata, así como un gran número de espadas, mosquetes y armas pequeñas, jarras de almacenamiento, y monedas. Los arqueólogos náuticos profesionales y científicos relacionados con el patrimonio submarino, han criticado fuertemente la excavación del Atocha y las técnicas destructivas de recuperación de los cazadores de tesoros.


Uluburum, Era del Bronce, Bodrum, Turquía

El Uluburun, uno de los buques más antiguos jamás encontrados, protagonizó un espectacular naufragio al hundirse frente a la costa de Turquía durante la Edad de Bronce. Actualmente, se puede visitar en el Museo de Arqueología Submarina de Bodrum, un pionero “museo viviente”. La investigación científica de los restos del naufragio se inició en 1982 y duró más de 11 años, proporcionando, en total, 20 toneladas de objetos. Los arqueólogos encontraron también materia orgánica( como frutas y frutos secos) a bordo de la nave, así como cerámica, joyas de oro y plata, herramientas y armas de bronce. El barco, junto con otros objetos, se convirtió en protagonista de una colección de renombre, recuperada durante unas excavaciones subacuáticas pioneras, que ha atraído la atención mundial sobre el Museo de Bodrum.
 

La Juste, País del Loira, Francia

A principios de la década de 1970, los restos del naufragio de La Juste, un buque de guerra del rey francés Luis XV que se hundió en 1759, fue destruido por las dragas de limpieza de la ruta de navegación en la desembocadura del río Loira. Sin embargo, se recuperaron algunas piezas de la nave y un gran número de cañones. Los restos del naufragio, que se exhiben en el Museo Nacional de la Marina en París, incluyen piezas de madera y cuerdas muy bien conservadas. La calidad de estos objetos, recuerda a los visitantes que la destrucción de los restos del naufragio fue una tremenda pérdida, no sólo para la investigación arqueológica y científica, sino para la humanidad en su conjunto.



Fuente: EVE Museografía 

agosto 19, 2016

El misterio de la Dama de Cao, la momia tatuada del Perú


El misterio de la Dama de Cao, la momia tatuada del Perú

Foto: Flickr


Recientemente un equipo de especialistas de la Universidad de Harvard anunció que tomará muestras de ADN de la célebre momia tatuada conocida como la Dama de Cao, con vistas a determinar si existe algún vínculo sanguíneo con las cinco personas que se encontraron sepultadas a su lado, desde hace 1700 años.

Regresaba a los medios de prensa, pues, un personaje que no ha dejado de suscitar extrañeza, desde que en 2006 se informó sobre un descubrimiento arqueológico de primer nivel, llevado a cabo en el complejo arqueológico de El Brujo, a 60 kilómetros de la ciudad de Trujillo, al norte de Perú.

Hacia allí dirigieron sus miradas los especialistas, los historiadores y la gente en general, hacia un punto determinado de aquella franja desértica entre los Andes y el océano Pacífico, en lo que se considera una prolongación del seco desierto chileno de Atacama.

De manera que los estudiosos se dispusieron a penetrar en la bóveda recién descubierta y se enfocaron en un fardo funerario de más de cien kilogramos de peso, en cuyo interior se debía encontrar la momia de algunos de los jerarcas de los Mochica (o Moche), un pueblo que existió en la costa norte de Perú actual entre el siglo I y el VII después de nuestra era.

Durante seis meses, hombres y mujeres retiraron con mucho cuidado las capas de mantos de algodón, las láminas metálicas y los trozos de piel animal que envolvían a la única momia que se haya podido recuperar de aquella cultura precolombina.

¡Pero nadie llegó a imaginar que se tratara de una mujer!

En efecto, para asombro de muchos, quien se encontraba sepultada desde hacía posiblemente 17 siglos era una mujer de talla baja, sobre 1,45 metros de altura. Alrededor de su cuerpo fueron halladas 42 narigueras de oro y plata, así como 15 collares de oro, cobre y piedras semipreciosas, como el lapislázuli y la turquesa.

Encima de su rostro, quienes prepararon su cuerpo para que viajara a mundos desconocidos habían colocado un enorme plato de oro. También aparecieron cuatro coronas, de las cuales tres debieron haber pertenecido a otros gobernantes.

Se trataba a todas luces de un personaje muy importante para la sociedad del momento.

Esto ratifica la idea del papel importante que la mujer jugó en el Perú antiguo, pero sigue haciendo dudar a los estudiosos sobre si los cinco individuos, algunos muy jóvenes, que fueron enterrados a secas (no momificados) a su alrededor habrían sido asesinados y ofrecidos a la Dama de Cao a modo de sacrificio, o si se trataba de miembros menores de la familia real.



Es la única mujer poderosa, hasta el momento, la única tumba excavada científicamente en el Perú –aportó el arqueólogo Régulo Franco, director del Complejo Arqueológico “El Brujo”--, y dentro de un contexto importante que corresponde a la cultura Mochica de hace 1700 años atrás ”.

Pero mucho más interesante resultó que su piel se hallara decorada con tatuajes, algo que, según los historiadores, hasta entonces solo era usual en varones provenientes de un elevado estatus en la sociedad; si bien las vasijas de cerámica que se conservan muestran que las curanderas solían también tenerlos.

Llama la atención que la cultura Moche, que no disponía de alfabeto y por lo tanto de ningún tipo de escritura, dejara como huella un hermoso y variado trabajo en el dibujo y la alfarería, con alusiones a la naturaleza circundante y mucha imaginería.

Esto explica también el arte del tatuaje, que en el caso de la Dama de Cao (por haber sido descubierta en la huaca o centro ceremonial de Cao Viejo) cuyos dibujos en la piel representaran a serpientes, arañas, animales lunares, así como figuras geométricas.

Lo otro que sigue llamando la atención es que se trate de una mujer joven, de entre 18 y 23 años, fallecida poco después de dar a luz.

Un embalsamamiento mortal

Su cuerpo había sido untado con cinabrio o sulfuro de mercurio, con el que se le aportaban ciertas cualidades mágicas, además de un color rojo profundo que evocaba a la sangre, y por lo tanto a la vida.

Gracias a este sulfuro de mercurio, una sustancia venenosa que impidió desde un inicio la entrada de bacterias que hubieran descompuesto la piel y el resto del cuerpo, ahora podemos detenernos ante esta momia tatuada en un museo recientemente abierto para tal función.

Pero también se supone que tras su preparación con esta sustancia, sus embalsamadoras habrían enfermado y muerto, debido a su alto nivel de toxicidad.

Nadie pone en duda, pues, que se trató de una joven que ostentaba el poder político, además de poderes sobrenaturales consagrados a la curación; una pitonisa, curandera y adivina que en la sociedad teocrática del valle del río Chicama habría sido considerada también como una semidiosa, a la que sus súbditos no podían nunca mirar completamente a la cara.

No había ninguna diferencia con otras mujeres poderosas como Cleopatra o la reina faraón Hatshepsut –apuntó en su momento el director español José Manuel Novoa, responsable del documental La Dama de Cao, transmitido por la cadena NatGeo-, salvo que los egipcios escribían y gracias a esto podemos saber muchas cosas de ellos, a diferencia de los moches, cuya vida desconocemos”.

Mientras continúan las investigaciones, sigue siendo un misterio la existencia de esta Cleopatra peruana, si bien 17 siglos más tarde ella sigue enviándonos señales de su temple y su categoría.

agosto 17, 2016

La reconstrucción del rostro de Ava: una joven escocesa de hace 3.700 años


La reconstrucción del rostro de Ava: una joven escocesa de hace 3.700 años 





Aunque lleva muerta más de 3.700 años, una mujer conocida como ‘Ava’ se ha convertido en la musa de un artista de nuestros días. Gracias a la combinación del estudio de sus antiguos restos óseos con software moderno y técnicas de imagen, la apariencia de esta misteriosa mujer de la Edad del Bronce ha salido a la luz.

Para ser más concretos, la obra que ha inspirado Ava es una reconstrucción facial, y quien ha recreado su rostro es un artista forense especializado en este campo. Según el Daily Mail, Hew Morrison ha creado esta reconstrucción utilizando una amplia variedad de técnicas. En primer lugar, ha llevado a cabo un análisis antropológico/patológico de Ava para determinar con mayor exactitud su edad y ascendencia.

A continuación, Morrison explica cómo “implementé una fórmula en la que fue pionero el antropólogo estadounidense Wilton M. Krogman en su libro de 1962 ‘El esqueleto humano en la medicina forense’” para recrear la forma de la mandíbula inferior de Ava, que no se encontró.



Hew Morrison estudiando el cráneo de ‘Ava’. (Maya Hoole)



La profundidad de la piel de Ava se decidió con la ayuda de una tabla que muestra los valores medios de profundidad de tejido habituales en la actualidad. A continuación, Morrison reconstruyó las capas de músculo y tejido sobre el rostro y recurrió a una amplia base de datos de imágenes de alta resolución de rasgos faciales para elegir aquellos que se ajustaban mejor al cráneo y a los músculos faciales propuestos. Finalmente, como podemos leer en BBC News, el artista realizó un“morphing” de todos estos elementos para crear la imagen definitiva de Ava.

La reconstrucción en dos dimensiones es mucho menos intrusiva y reduce los riesgos de ocasionar daños al cráneo, algo importante cuando estamos manipulando frágiles restos óseos arqueológicos”, explica Morrison en declaraciones recogidas por el Daily Mail.

Aunque el trabajo realizado por Morrison ha sido muy minucioso, debemos tener presente que su representación está basada en algunas suposiciones. Como comenta el propio Hew Morrison:“Normalmente, cuando trabajo en el caso de una persona actual no identificada, no suelo incluir tantos detalles en el tono de piel, color del pelo o de ojos y peinado, ya que ninguno de estos elementos puede ser determinado por la anatomía del cráneo. Por esta razón, crear una reconstrucción facial basada en restos arqueológicos es en cierto modo diferente, ya que puedo permitirme una cantidad mucho mayor de licencias artísticas”.

Morrison concluye sobre su trabajo diciendo que: “Aprecio realmente la oportunidad que he tenido de recrear la apariencia de una antigua britona. La posibilidad de poder contemplar el rostro de las gentes del pasado puede ofrecernos una gran oportunidad de identificar a nuestros propios ancestros de la antigüedad”.



El cráneo y otros restos de Ava fueron encontrados en 1987



Ava recibió su nombre de Maya Hoole, una arqueóloga que se interesó por los misteriosos y aparentemente olvidados restos de esta mujer de entre 18 y 22 años, descubiertos en el año 1987 en Achavanich, yacimiento arqueológico del condado de Caithness, situado en el norte de Escocia.

Hoole aporta más información sobre el descubrimiento y sus investigaciones en su página web, (‘Achavanich Beaker Burial Project’, proyecto dedicado al estudio del yacimiento arqueológico de Achavanich, perteneciente a la cultura del Vaso Campaniforme). Las novedades relacionadas con este proyecto se pueden consultar aquí.

La arqueóloga explica en su página web cómo el enterramiento de Ava fue indudablemente especial. Los restos de la joven fueron sepultados probablemente en posición fetal en el interior de una fosa labrada en la roca y no señalada. Este hecho se considera bastante atípico, ya que la mayoría de los enterramientos de esta época y región se encuentran por lo general bajo un cairn o en alguna fosa excavada en la propia tierra.

Uno de los aspectos más interesantes y más acaloradamente discutidos sobre los restos de Ava es su cráneo. Los cráneos con formas cortas y redondeadas eran supuestamente habituales entre las gentes de la cultura del vaso campaniforme, pero como podemos leer en la página web de Hoole, en el caso del individuo de Achavanich estos rasgos se presentan de manera muy acusada, siendo la forma de su cráneo además anormalmente irregular.



El cráneo de la joven mujer de la Edad del Bronce hallado en el yacimiento arqueológico de Achavanich, perteneciente a la antigua cultura del vaso campaniforme. (M. Hoole)


Junto con los restos humanos de ‘Ava’ se encontraron un vaso de cuello corto, un omóplato bovino, dos esquirlas de sílex y un diminuto raspador del tamaño de la uña de un pulgar. El vaso se une al misterio que envuelve la vida de esta mujer y su enterramiento. Hoole ha descrito la importancia de esta pieza explicando que: “He buscado por todas partes ejemplos con los que compararlo, pero no he encontrado en ningún sitio nada que se le parezca, otro rasgo que hace de este enterramiento algo singular. He examinado minuciosamente la decoración del vaso, descubriendo que al menos se utilizaron tres herramientas diferentes para trazar sus dibujos, lo que significa probablemente que el artista contaba con un equipo de herramientas diseñado específicamente y que era hábil y probablemente experimentado en su oficio


Vaso decorado hallado en la antigua tumba de Achavanich. (M. Hoole)


En cuanto a la reciente reconstrucción facial realizada a partir del cráneo de ‘Ava’, Hoole ha comentado que: “Cuando empecé en este proyecto no tenía ni idea del camino que seguiría, pero se me han acercado numerosos individuos entusiastas y con talento, como Hew, que están haciendo que esta investigación se convierta en una realidad. Estoy muy agradecida a todos aquellos que han invertido en el proyecto y espero que en el futuro podamos continuar revelando más información sobre la vida de Ava”.



Fuente: Terrae Antiqvae