Más de un centenar de pueblos indígenas de todo el mundo viven sin contacto con el mundo exterior. Son los pueblos más vulnerables del planeta. Y este es el caso particular de los akuntsu en Brasil, a punto de extinguirse. La directora de campañas e investigación de Survival, Fiona Watson, nos hace una crónica de este final trágico, en primera persona. En medio de los infinitos campos de soja y haciendas de ganado del estado amazónico de Rondônia, sobrevive una pequeña zona de bosque: lo único que queda de lo que una vez fuera una espesa y exuberante selva amazónica. En ella hay dos pequeñas chozas de paja, que son el hogar de cinco indígenas solitarios.
Éste es el último refugio de los akuntsu, en su día un próspero pueblo indígena amazónico y cuya destrucción final estamos presenciando en pleno siglo XXI. Fui a ver a los akuntsu porque quería contar su historia. Una historia que refleja aquello por lo que luchamos en Survival: sin importar de quiénes se trate, ni lo pequeños ni frágiles que sean estos pueblos indígenas, todos ellos tienen derecho a vivir en su tierra como ellos elijan.
Principales amenazas de este pueblo indígena
Los akuntsu fueron perseguidos durante décadas por terratenientes, que talaban la selva para convertirla en pastos de ganado. Sus pistoleros a sueldo cazaban indígenas, literalmente, los masacraban y los forzaban a huir de la tierra en la que habían vivido durante siglos.
Mi primera visita a los akuntsu fue en el año 2005: entonces sumaban seis. Ururú, una anciana matriarca de 80 años, y Pupak, un hombre soltero de entre 40 y 50, habían perdido a toda su familia en una masacre. Vivían todos en una misma choza. Cerca vivía el hermano de Ururú, Konibu, junto a su mujer Pugapía, y sus dos hijas, Nanoi y Enotei. A pesar del sufrimiento que "el hombre blanco" les había causado, los akuntsu me acogieron cálidamente, como se comprueba en la fotografía de la izquierda. Konibu, que es chamán, sopló sobre mí para prevenir cualquier espíritu malévolo, y las mujeres me abrazaron.
Como muchos indígenas amazónicos, los akuntsu viven de forma autosuficiente tomando cuanto necesitan del bosque. Konibu y Pupak cazan animales salvajes como pecaríes, monos, agutís, ciervos y tapires. En sus huertos, de los que se encargan las mujeres, cultivan mandioca, un producto típico amazónico, y fruta. Los akuntsu recolectan miel, frutas y frutos secos de diferentes árboles. Además, los akuntsu pescan en los arroyos que atraviesan su tierra. Cocinan la comida en una hoguera y lo comparten todo. Es una dieta sana y variada. También cultivan tabaco y secan las hojas para hacer rapé. Konibu lo lleva alrededor de su cuello en un pequeño recipiente.
¿Cómo viven estos indígenas de Brasil?
El hogar de Konibu e Inoteia es espacioso y fresco. De él cuelgan las hamacas y es allí donde la familia se reúne en el momento más cálido del día para charlar. Konibu pasa el tiempo tallando puntas de flecha y tocando su flauta. Ururú tiene un pajuí (especie de pavo) como mascota que la sigue a todas partes y que vive en su casa.
Pese a ser tan pocos, los akuntsu siguen celebrando ceremonias y rituales. La última vez que les vi, en 2008, se estaban preparando para un ritual: habían teñido su pelo con una pasta de annato y habían pintado sus cuerpos con complicados dibujos, utilizando genipapo (un tinte negro que se extrae de una planta). Las mujeres llevaban collares hechos con cáscaras, y también con plásticos de colores fabricados con material de contenedores pesticidas que desechan los terratenientes.
En esta última visita pregunté a los akuntsu acerca de su historia: ¿qué les había sucedido? Konibu puso en alto sus manos, se tocó cada dedo y nombró a todos sus familiares muertos. Pupak me mostró las cicatrices en su espalda de perdigones de plomo y escenificó que corría a toda velocidad, imitando los disparos. Hay una calma, una dignidad sutil en su clara determinación de seguir viviendo pese a los horrores del pasado, que impacta.
Antes de irme, Konibu tocó su flauta, con notas largas y trémulas, en lo que se me ha quedado grabado como un momento inolvidable y profundamente conmovedor. Es difícil saber lo que les deparará el futuro. Pero los akuntsu han dejado claro que desean seguir viviendo en su tierra, que ahora es reconocida como suya. Yo sólo espero que puedan pasar el resto de sus días en paz, en la selva.
La vida de cinco supervivientes
Tras la reciente pérdida de la abuela Ururú, que murió el pasado mes de octubre, ya sólo quedan cinco supervivientes. Cuando el último akuntsu anciano muera, Nanoi y Enotei se quedarán completamente solas. Quizás quieran contraer matrimonio fuera de su pueblo. O quizás no. Pero una cosa es clara: y es que en unas pocas décadas el silencioso genocidio de los akuntsu se habrá completado. Y con él, un pueblo indígena con su propia lengua, su concepción del mundo y su conocimiento único habrán desaparecido de la faz de la tierra para siempre. Cuando ese día llegue, todos nosotros perderemos una de las irremplazables piezas que componen el puzzle de la biodiversidad humana.
Los akuntsu son un descarnado símbolo de la inhumanidad del hombre hacia los otros. Podría ser ya muy tarde para salvarlos, pero aún no es tarde para detener otros muchos genocidios. Survival desarrolla campañas por muchos pueblos indígenas aislados vulnerables como los akuntsu. Por favor, únete a nuestro movimiento.
Más información sobre pueblos indígenas en www.survival.esFuente: http://www.mundo-geo.es/green-living/el-ultimo-refugio-de-un-pueblo-indigena-de-brasil?utm_source=twitter&utm_medium=socialoomph&utm_campaign=mundo-geo-twitter
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