Momia Chinchorro, Aproximadamente 8000 A.P |
Pese a ser las más antiguas del mundo, las momias de la cultura Chinchorro son unas grandes desconocidas, incluso para el propio Chile, país donde un grupo de arqueólogos intenta dar proyección a un pueblo que habitó hace unos ocho mil años en el país andino y que contaba con un complejo sistema funerario. Se las conoce como “momias de Chinchorro”, porque fue en una playa del mismo nombre en Arica, Chile, donde se encontraron por primera vez restos de esta cultura, de unos 8.000 años de antigüedad, que se desarrolló en la costa sur del Perú, pero principalmente en el norte del país andino. Se trata de una zona extremadamente árida, enclavada en el desierto de Atacama, pero a la vez muy rica en recursos marinos provocados por la corriente fría de Humboldt. Dos hechos éstos que han sido el principal factor de conservación de estas momias, cuerpos convertidos en un valioso ejemplo para conocer cómo fue la “primera manifestación compleja de un cultura hacia la muerte y hacia sus antepasados”, en la costa árida sudamericana, como indican desde el museo chileno de Arte Precolombino.
“Arica es una ciudad enclavada en el desierto más árido del mundo y los suelos tienen alta concentración de nitrato, por lo tanto la conservación es altamente espectacular”, como explica también el arqueólogo chileno Félix Olivares. Tanto es así que, como ha descripto Olivares, el casco histórico de Arica “está totalmente lleno” de momias, y no sólo en “extensión”, sino también en “profundidad”. Pero no sólo es esta localidad la que más momias tiene, sino que el área de Camarones es otro punto caliente de esta cultura. CULTO FUNERARIO Si los antiguos egipcios sólo momificaban a los reyes y otros nobles, los Chinchorro han llegado con tanta presencia a nuestros días porque realizaban este rito sagrado a casi todas las personas, dando igual su edad o estado, y fueron los bebés los primeros en momificarse.
“Los Chinchorro eran poblaciones de cazadores, recolectores o pescadores, mentes simples que, sin embargo, sorprenden porque en ellos se ve un conocimiento de descomposición cadavérica porque, literalmente mutilaban el cuerpo para momificar”, explica Olivares. El proceso se antoja sorprendente para aquella época dada la complejidad del rito: desmembraban los cadáveres, les extraían los órganos y músculos y se sustituían por vegetales, trozos de cuero, vegetales o vellones de cuero, entre otros. “Luego se les sacaban los huesos y los fijaban con maderos, rearmaban el cuerpo entero. Es la cosa más impresionante desde el punto de vista social, ritual y artístico”, resalta el arqueólogo sobre estas “momias artificiales”. Pero para hablar de estas momias hay que hacer referencia a los distintos estilos que a lo largo de las investigaciones han descubierto los investigadores.
Como ha apuntado el antropólogo e investigador Bernardo Arriaza en varios de sus estudios, los Chinchorro desarrollaron varios estilos de momificación a lo largo del tiempo: momias negras, rojas y con patina de barro. Las negras son las de mayor antigüedad, 7.000 años, y perduró durante dos milenios. Se trata de cuerpos recompuestos en su totalidad con una estructura interna confeccionada con palos, cuerdas de totora y una pasta de ceniza. Al final, los preparadores fúnebres pintaban el cuerpo con una pasta negra de manganeso, de allí su nombre de momia negra. Por su parte, las momias rojas se hacían sin una “gran destrucción del cuerpo”, como apunta un estudio realizado en 1994. En estas momias, los órganos eran removidos a través de incisiones y para dar rigidez al cuerpo se deslizaban maderos puntiagudos debajo de la piel. Una vez cerradas las incisiones, el cuerpo era pintado con ocre rojo y a menudo la cara era pintada de negro. Además, le añadían al cuerpo una larga peluca de pelo humano que colocaban con un casquete de arcilla. Este estilo rojo aparece cerca de 4.000 años atrás y perduró casi 500 años más. Después del estilo rojo, las técnicas de momificación se simplificaron y los cuerpos comenzaron a ser cubiertos solamente con una pátina de barro con el fin de ayudar a prevenir la descomposición. Este estilo con pátina solo duró un par de siglos.
UNA FAMA DISCRETA
Aunque, según Arriaza, los Chinchorro no desaparecieron “misteriosamente”, sino que fue el paso de los siglos el encargado de que se “abandonara” la práctica de la momificación artificial, aún hay mucho por conocer sobre la persistencia y la desaparición de esta cultura. Aunque los estudios no cesan, y prueba de ello es el trabajo que el Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá está llevando a cabo sobre la “Pediculosis en las poblaciones precolombinas de Arica”, estos antropólogos e investigadores chilenos reclaman más “difusión”. “Estas momias son un tanto desconocidas en el mundo, incluso en Chile”, denunció Olivares, quien ha reclamado también a las autoridades chilenas “mayor difusión” y “compromiso” para dar a conocer esta cultura milenaria entre la población estudiantil, por ejemplo. Para los interesados en poder verlas de cerca, uno de los lugares donde la magia de esta cultura está más presente es el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, a tan sólo 12 km de la ciudad de Arica.
Como ha apuntado el antropólogo e investigador Bernardo Arriaza en varios de sus estudios, los Chinchorro desarrollaron varios estilos de momificación a lo largo del tiempo: momias negras, rojas y con patina de barro. Las negras son las de mayor antigüedad, 7.000 años, y perduró durante dos milenios. Se trata de cuerpos recompuestos en su totalidad con una estructura interna confeccionada con palos, cuerdas de totora y una pasta de ceniza. Al final, los preparadores fúnebres pintaban el cuerpo con una pasta negra de manganeso, de allí su nombre de momia negra. Por su parte, las momias rojas se hacían sin una “gran destrucción del cuerpo”, como apunta un estudio realizado en 1994. En estas momias, los órganos eran removidos a través de incisiones y para dar rigidez al cuerpo se deslizaban maderos puntiagudos debajo de la piel. Una vez cerradas las incisiones, el cuerpo era pintado con ocre rojo y a menudo la cara era pintada de negro. Además, le añadían al cuerpo una larga peluca de pelo humano que colocaban con un casquete de arcilla. Este estilo rojo aparece cerca de 4.000 años atrás y perduró casi 500 años más. Después del estilo rojo, las técnicas de momificación se simplificaron y los cuerpos comenzaron a ser cubiertos solamente con una pátina de barro con el fin de ayudar a prevenir la descomposición. Este estilo con pátina solo duró un par de siglos.
UNA FAMA DISCRETA
Aunque, según Arriaza, los Chinchorro no desaparecieron “misteriosamente”, sino que fue el paso de los siglos el encargado de que se “abandonara” la práctica de la momificación artificial, aún hay mucho por conocer sobre la persistencia y la desaparición de esta cultura. Aunque los estudios no cesan, y prueba de ello es el trabajo que el Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá está llevando a cabo sobre la “Pediculosis en las poblaciones precolombinas de Arica”, estos antropólogos e investigadores chilenos reclaman más “difusión”. “Estas momias son un tanto desconocidas en el mundo, incluso en Chile”, denunció Olivares, quien ha reclamado también a las autoridades chilenas “mayor difusión” y “compromiso” para dar a conocer esta cultura milenaria entre la población estudiantil, por ejemplo. Para los interesados en poder verlas de cerca, uno de los lugares donde la magia de esta cultura está más presente es el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, a tan sólo 12 km de la ciudad de Arica.
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