El martillo, el yunque y el estribo, que exclusivamente tienen los mamíferos, son las tres piezas óseas más pequeñas del esqueleto humano (el tamaño del estribo es la mitad del de una mosca común). Y esos tres huesecillos son los que se encargan de transmitir la vibración del tímpano al oído interno, al receptor sensorial, permitiendo la audición. El gran parecido del martillo del humano actual con el de los P.robustus y los A.africanus —no así el yunque y el estribo—, indica que ese cambio anatómico debió surgir muy pronto en la historia evolutiva. “El bipedalismo \[caminar con dos pies\] y la reducción del tamaño de los caninos se consideran, desde hace tiempo, los hitos de la humanidad ya que parecen estar presentes en los fósiles humanos más antiguos recuperados hasta ahora; pero nuestro estudio sugiere que esa lista tal vez debe ser puesta al día para incluir también los cambios en el martillo”, comenta el científico Rolf M.Quam (State University, Nueva York ), líder de la investigación.
Juan Luis Arsuaga, otro de los científicos autores del hallazgo y análisis de estos pequeños huesos de los dos homínidos africanos, no se esperaba esa modernidad del martillo: “Yo habría apostado porque sería como el de los chimpancés, y que esos homínidos tendrían también una capacidad de vocalización similar”. Pero esto no significa, advierte, que el camino del habla humana comenzase hace dos millones de años. “Los mamíferos, con el oído, cubrimos una banda de frecuencias muy ancha y los humanos somos especialmente sensibles en la banda en que nos comunicamos”, explica este catedrático de la Universidad Complutense . Para él, la capacidad de comunicación surge en el último millón de años y en el último medio millón el proceso se acelera drásticamente. Los fósiles de Atapuerca (sobre todo del yacimiento de la Sima de los Huesos) dicen mucho al respecto.
“Hace ya 10 años lanzamos una estrategia de investigación del oído por la relación que tiene la agudeza acústica con el lenguaje”, explica Martínez, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y también paleontólogo de Atapuerca. Han analizado ya los huesecillos del oído de los neandertales y su conclusión es que podrían tener una capacidad auditiva muy parecida a la nuestra. “En cuando a los hombres de la Sima de los Huesos, de hace casi medio millón de años, aunque su oído era algo diferente todavía, estaba ya muy cerca de nuestra banda ancha”, señala Martínez, recalcando que en ese yacimiento de Atapuerca han recuperado ya 30 huesos del oído, algo insólito teniendo en cuenta lo raras que son estas piezas en el registro fósil por su fragilidad.
Las piezas del oído de los P.robustus y A.africanus ahora rescatadas son una auténtica rareza que estos investigadores, bien entrenados en la materia gracias a su trabajo en el yacimiento burgalés, han descubierto en cráneos fósiles hallados en los años sesenta en yacimientos de Suráfrica y que habían pasado desapercibidas.
Los A.africanus eran primates plenamente bípedos, de baja estatura (entre 1,20 y 1,40 metros) y tendrían un cerebro de uno 500 centímetros cúbicos, frente a los 400 escasos de los chimpancés. Los P.robustus eran unos auténticos especialistas en la masticación intensa, con potentes mandíbulas y dientes. Según la mayoría de los paleoantropólogos, ambos tenían, junto con el antepasado humano de la época, el H.habilis, un ancestro común, que sería el Australopithecus afarensis, cuyo representante más famoso es el esqueleto de una hembra de hace unos 3,2 millones de años apodado Lucy.
La investigación del oído como parte del sistema de lenguaje no ha concluido, pero los científicos se van haciendo una idea del proceso evolutivo. “Nuestra impresión es que la capacidad del habla aparece con el género Homo y no estaría ni en P.robustus ni en A.africanus”, señala Martínez. De Homo habilis no se han encontrado martillos, yunques ni estribos.
Son estudios muy sutiles porque el sistema emisor “está formado por tejidos blandos que no fosilizan y no podemos reconstruirlo fielmente, aunque tenemos alguna pista por el hueso hioides”, continúa Arsuaga. “Sobre el receptor avanzamos con estos huesos del oído”. Aún así, determinar científicamente cuándo aparece en la evolución la capacidad plena de la comunicación compleja, consciente, es muy difícil, comenta este experto.
EL PAÍS.
Fotos.
Cráneo de ‘Paranthropus robustus’, del yacimiento de Swartkrans (Sudáfrica). / ROLF QUAM
Los huesos del oído de los homínidos ‘Paranthropus robustus’ (fila superior) y ‘Australopithecus africanus’. / ROLF QUAM
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