El sexo cromosómico versus la cultura del sexo
La cultura occidental tiene arraigada profundamente la idea de que
sólo existen dos sexos. Este modelo binario del sexo sin embargo, puede verse
comprometido teniendo en cuenta que pueden existir gradaciones entre el macho y
la hembra llegando a haber hasta cinco sexos o incluso mas (Sterling, 1993).
La palabra sexo proviene del latín sexus, del verbo secare que
significa cortar, y se refiere
principalmente a la división de la especie humana en dos grupos: macho y hembra
(Montecino, 1989). Es conveniente destacar las diferencias representacionales
de la asignación sexual en occidente: macho/hembra sería una concepción
biologicista y anatomista, hombre/mujer, es una concepción social y conductual,
mientras que masculino/femenino, es una adscripción psicológica, simbólica e
identitaria (Navarrete, 2008).
Por sexo se entiende las características anatómicas de los
cuerpos, incluida la genitalidad, así como las características morfológicas del
aparato reproductor y aspectos tales como las diferencias hormonales y
cromosómicas. (Maqueira, 2006: 161). Alude a las diferencias entre el macho y la hembra y se reconoce a
partir de datos corporales; ya que funge como componente esencial para el apareamiento
y reproducción de la especie. Sería, entonces, una categoría biológica o
natural. Los caracteres sexuales fueron definidos por primera vez en el año de
1869 por el anatomista Hunter, quien los dividió en primarios, presentes ya al
nacer y secundarios, que son los que se adquieren con el desarrollo durante la
pubertad (Herrero, 2010).
John Money de la Universidad John Hopkins (1965) señaló que el
sexo de cada persona es el resultado de la combinación de cinco componentes
biológicos:
a)
Sexo genético: determinados por los cromosomas X e Y.
b)
Sexo hormonal: el balance del estrógeno y andrógeno.
c)
Sexo gonadal: presencia de testículos u ovarios.
d)
Morfología de los órganos reproductivos internos
e)
Morfología de los órganos reproductivos externos.
El sexo genético controla el desarrollo del sexo gonadal del
individuo, es decir, entre ovarios y testículos. A su vez, el sexo gonadal
determina el sexo fenotípico ya que las secreciones gonadales inducen el
desarrollo de los órganos sexuales y los caracteres sexuales secundarios
influyen sobre la conducta sexual a través de la secreción de las hormonas o
sexo hormonal. Sin embargo, esto no es una pauta general, estos cinco tipos de
sexos no siempre coinciden en el individuo llegando a presentarse la variación
y carencia de uno o más de ellos en los sujetos (Martí, 2003).
Por otro lado, Anne Fausto Sterling (1993) también definió cinco
sexos, los ya conocidos macho y hembra; los hermafros, que poseen tanto
testículos como ovarios, los machermafros, que tienen testes y algunos rasgos
genitales femeninos y los hembremafros, que poseen ovarios y algunos rasgos
genitales masculinos (Sterling, 1993: 20-24)
Siguiendo este orden, la formación del sexo del embrión sigue un
patrón específico. Los organismos vivos, en el núcleo de sus células, contienen
cromosomas que, a su vez, contienen la información genética o ADN. El proceso
de división celular produce copias exactas de los cromosomas, proceso conocido
como mitosis. Aunque la mayoría de las células se divide por mitosis, los
gametos o células sexuales, se dividen por otro proceso que lleva el nombre de
meiosis, y sólo poseen 23 cromosomas. Las mujeres tienen dos cromosomas X y los
hombres un cromosoma X y uno Y. En los seres humanos, la determinación sexual
se inicia cuando los gametos (el óvulo en la mujer y el espermatozoide en el
hombre) se unen para formar un cigoto, proceso denominado fertilización. La
combinación aleatoria de los espermatozoides con cromosomas X o Y, y de óvulos
con cromosomas X, es lo que produce que el sexo del embrión se defina como
macho o hembra. Pero, inclusive en la genética, esta asignación sexual no queda
del todo clara por que, aunque en menor proporción, pueden existir casos de
individuos con un solo cromosoma X (45 X o síndrome de Turner) o con un
cromosoma de más XXY (47 XXY o síndrome de Klinefelter). Entonces ¿cómo se
denominarían estos individuos? (Ronee y Cummings, 2010).
Ahondando un poco más en el tema, el síndrome de Turner se
caracteriza por la presencia de un solo cromosoma X, motivo por lo que los
individuos nacidos con esta condición
son de sexo femenino; sin embargo, no desarrollan órganos sexuales secundarios
y, en la mayoría de los casos, tampoco los primarios (óvulos) y poseen un aspecto
infantil. Por otro lado, los individuos con el síndrome de Klinefelter, XXY,
poseen un cromosoma X de más, lo cual produce en el individuo, entre otras
cosas, hipogonadismo, ginecomastia, ensanchamiento de caderas y azoospermia que
conlleva a la infertilidad (Ronnee y Cummings, 2010). Estos individuos,
entonces, no podrían llamarse o clasificarse como mujeres o como hombres, por
la acción de lo que Michel Foucault denominó biopoder, prácticas científicas
realizadas por médicos para subyugar y reglamentar los cuerpos y, con ello al
sexo (Sterling, 1993).
¿Entonces es la categoría sexo – como afirma Butler - tan cultural
como la categoría género?
Podríamos inferir, entonces, que de hecho existe un peso de la
biología en la determinación de la identidad de género humana, que resulta minimizada, debido a la predisposición física al momento del nacimiento que es manipulada y, posteriormente, modelada por medios clínicos, la
crianza y la cultura.
De esta manera, el sexo, visto como las funciones biológicas
básicas que fundamentan la reproducción y hacen posible la perpetuación de la
especie y que se reflejan en el fenotipo de los individuos no es refutado. Lo
verdaderamente considerable es que también tiene un componente social.
Estaríamos equivocados si aseguramos que biológicamente sólo se nace hombre
o mujer, puesto que, como hemos visto,
hasta las categorías macho y hembra se ponen en tela de juicio.
Ni siquiera en algo tan representativo de la biología humana como
el esqueleto, se puede establecer en todos los casos el sexo del sujeto, puesto
que tanto hombres como mujeres antes de la pubertad tienen rasgos similares en
su estructura ósea. Bettina Arnold (1996) se permite sugerir, por ejemplo,
siete categorías de sexo/género en contextos funerarios, debido a que es poco
probable determinar en todos los casos la pertenencia a un grupo específico
(hombres o mujeres) sólo en base a la biología, sin tener en cuenta los
aspectos culturales y los caracteres morfoscópicos y osteométricos particulares
de cada población.
El hecho de que sólo la mujer sea capaz de dar a luz no justifica
la subordinación y el confinamiento al espacio doméstico del que ha sido
objeto. El ser humano ha manipulado la representación fenotípica de los
genitales para justificar el modelo patriarcal en occidente. Consideramos que
el sexo sólo es natural desde la reproducción y la formación del embrión,
puesto que en el momento en el que el sujeto sale del útero, actúan las pautas
sociales, todo ese biopoder que provoca que su genitalidad sea reglamentada,
haciendo, de esta manera, al concepto de sexo cultural, así como el concepto de
género. Ambos son creados discursivamente, por lo que, por ejemplo, el discurso
médico moderno excluye el hermafroditismo al insistir en que todos los cuerpos
tienen que ser machos o hembras, sin reconocerlos como una variante, ahora
llamada intersexualidad (Turner, 1989). Siendo, que tanto en los restos
materiales como biológicos, nos encontramos estas categorías comúnmente,
cuestionando su adscripción absoluta a las categorías conocidas.
En definitiva:
Las teorías biológicas de la sexualidad, las concepciones
jurídicas del individuo, las formas de control administrativo en las naciones
modernas, condujeron poco a poco a rechazar la idea de la mezcla de los dos
sexos en un solo cuerpo y, en consecuencia, a limitar la libre elección de
individuos indeterminados (Foucault, 1981:8).
Fuente: La deformación craneal intencional y su representación alfarera: una visión de género en la antigua sociedad valencioide a través del estudio comparativo de sus restos óseos y figurinas antropomorfas,
Tesis de grado. 2012. Antropología. UCV. Caracas Venezuela
María Camico.
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