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junio 04, 2013

La ciencia se desmarca del debate sobre el aborto

Por: Daniel Mediavilla

El conocimiento científico sobre la biología del desarrollo y la gestación no permite acercarse a un consenso sobre la reforma de la ley que regulará la interrupción del embarazo



Embrión humano de nueve semanas / Ed Uthman, MD


“El éxito de la ciencia y de sus aplicaciones ha rodeado de un cierto prestigio todo aquello que pueda calificarse de científico: bautizar a algo de científico daría, por lo tanto, un sello de calidad, de seriedad”, afirma Jordi Casanova, biólogo del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona y del CSIC especializado en biología del desarrollo. Este sello de calidad y seriedad es lo que muchos buscan cuando tratan de sustentar en la ciencia su postura frente al aborto. Hace cuatro años, durante la tramitación de la ley en la que España permite el aborto libre durante las 14 primeras semanas de gestación, los científicos se involucraron en el debate con una intensidad poco frecuente en el gremio. Ante la nueva reforma, algunos de los argumentos de entonces vuelven a ser actuales y la ciencia como soporte vuelve a estar presente.
Aunque lo esperable sería encontrar dos posturas, a favor y en contra del aborto, desde el punto de vista de la ciencia los campos se dividen más bien entre los antiabortistas y quienes consideran que el saber científico no puede determinar a partir de qué momento el ser vivo es un ser humano y, por lo tanto, es incapaz de ofrecer una respuesta definitiva al dilema. Casanova se encuentra en el segundo grupo y considera que ”las connotaciones positivas de la palabra ciencia están en la base de los abusos que de ella se hacen o, por precisarlo más, de su mal uso”. “Invocar a la ciencia al tratar la regulación del aborto es un claro ejemplo de ello”, concluye.


Ángela Nieto, investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante y presidenta de la Sociedad Española de Biología del Desarrollo, considera que su respuesta a este debate se encuentra en el manifiesto contra la utilización ideológica de los hechos científicos firmado por algunos de los investigadores más relevantes de España en 2009. Entonces, en respuesta a la Declaración de Madrid, firmada también por un buen número de médicos, investigadores e intelectuales, se denunciaba ”el reiterado uso del término científico al referirse a opiniones sobre las que ni la genética, ni la biología celular, ni la embriología tienen argumentos decisorios”.

Además, se añadía que “el momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos; el conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano, tal y como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana”. “Esto —concluían— entra en el ámbito de las creencias personales, ideológicas o religiosas”.

César Nombela, miembro del Comité Español de Bioética y actual rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, cree que la ciencia “sí debe inspirar criterios morales”. En su opinión “es imposible científicamente marcar un antes y un después en algún momento que no sea la fecundación”. Para el experto en microbiología, no son coherentes los argumentos que reconocen que “el desarrollo embrionario y fetal puede considerarse un proceso en continuidad, desde la fusión del espermatozoide y del óvulo hasta el parto”, que afirman que “la entidad biológica que recorre ese camino pertenece sin duda a la especie humana”, y sin embargo le niegan al no nacido la protección que la Constitución garantiza. Estos argumentos son los que defendió en su voto particular en solitario al documento del Comité de Bioética de España que justificaba el aborto en los términos reflejados en la actual ley del aborto.
Un comité de bioética conservador

Anna Veiga, directora del Banco de Líneas Celulares del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, cree también que “desde el momento de la fecundación hasta que se produce el nacimiento se está frente a un proceso único en el que cada vez hay más posibilidades de que llegue a término”. Sin embargo, desde el punto de vista de Veiga, que también es presidenta de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriologia, ”está claro que no podemos otorgar los mismos derechos a un embrión en fase de desarrollo que a una persona formada”. La investigadora cree que en cualquier caso “no se pueden basar estas normativas en determinadas posturas radicales o aspectos estrictamente morales” y teme que una reforma inspirada en estos aspectos haga que “exista la necesidad de acudir a otros países o a métodos que pueden ser comprometidos desde el punto de vista de la seguridad”.

El Comité Español de Bioética aún no ha elaborado ningún documento sobre la nueva reforma del aborto porque aún no existe un texto que analizar, pero es poco probable que su opinión sirva para incrementar el consenso científico en torno a un tema tan conflictivo.El conservadurismo de algunos de sus nuevos miembros y algunos deslices en lo que se refiere al rigor científico ya han despertado reticencias respecto a la posible objetividad de sus aportaciones.


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