León. Descifrando genéticamente los restos de un ritual funerario del Mesolítico
‘Braña 1′ habitó León hace 8.000 años y podría permitir que España hallara la clave genética del humano europeo de esta era / Tendría aplicaciones médicas e histórico-evolutivas
Buena parte de la culpa de que la ciencia logre averiguar la composición genética del hombre mesolítico tiene un nombre propio: Braña 1. Esa es la denominación que adquirió un hombre de entre 30 o 35 años, que vivió en la provincia de León hará unos 8.000 años y que fue sometido al procedente ritual funerario en la cueva de La Braña-Arintero, en el municipio de Valdelugueros. En el año 2006 fueron hallados sus restos óseos por unos excursionistas. Ahora, el Institut de Biología Evolutiva que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas tiene en Barcelona, trabaja para recomponer, por primera vez, el genoma completo del humano que habitó Europa en la etapa intermedia entre el Paleolítico y el Neolítico.
Se trata de una franja de la historia de la Humanidad de suma importancia para la ciencia. Aquel humano comenzó a adquirir hábitos nuevos en su estilo de vida, lo que provocó el cambio de una era. Fue la transición entre el hombre nómada, cazador y recolector que dio paso, por la fuerza evolutiva, a un ser capaz de generar en su entorno una economía de supervivencia. Pasó a la agricultura, a la ganadería y al estilo de vida doméstico. Circunstancias culturales que provocaron también, desde un punto de vista biológico, modificaciones en su composición genética.
En esa cueva leonesa, próxima al río Curueño, un grupo de aficionados a la espeleología halló los restos de un cuerpo, un hallazgo sometido a instrucción por el Juzgado de León que, posteriormente, pasó a manos de los expertos. El cuerpo se encontró en un lugar alejado de la entrada de la cueva, a 1.489 metros de altitud y orientada al este, y presentaba, recostado sobre su lazo izquierdo y contraído, una disposición que indica que fue sometido a un acto funerario, con los elementos conocidos de este tipo de rituales en elMesolítico.
Los investigadores llamaron a este individuo Braña 1 porque, en un lugar próximo, a cuatro metros de desnivel, en la poza que refleja la imagen, se halló otro cuerpo, Braña 2, que presentaba una disposición similar propia de un enterramiento. Sus restos se conservan en buenas condiciones, por lo que el CSIC se interesó por el caso y, mediante las raíces de los dientes del primero de los dos individuos, se está tratando de llevar a cabo la forma de descifrar su composición genética. El resultado podría arrojar luz a algunos de los interrogantes sobre cuestiones de salud que, aún hoy en día, están presentes en la sociedad.
Que el hombre mesolítico cambiara sus hábitos alimentarios y, por tanto, su disposición genética merced a la evolución de la especie, podría aclarar cuestiones como, por ejemplo, porqué existen personas intolerantes a la lactosa o a determinados cereales. Aquel humano dejó de basar su alimentación en estrategias de supervivencia para cultivar cereal o criar ganado, del que se aprovechaba su leche y su carne. La introducción de forma cotidiana en su dieta de estos elementos contribuyó a que aquel humano sufriera, con el paso del tiempo, variaciones en su composición genética.
Aplicaciones médicas del hallazgo del genoma
“La capacidad de tolerar la lactosa comenzó en aquella época y el gen correspondiente se modificó en el Neolítico”, comenta Carles Lalueza-Fox, uno de los miembros del equipo del CSIC, conformado por una veintena de “expertos multidisciplinares” que trabaja “todo el día” en descifrar ese código, una labor que está cerca de concluir, por lo que ha preferido no aportar más datos ni detalles sobre el proceso, más aún cuando otros países del norte de Europa participan en la ‘carrera’ por ser los primeros en delimitar de forma completa ese mapa genético.
León no es el único lugar donde se han hallado restos del humano de aquella época. Sin embargo, las condiciones en las que se han conservados esos restos desde hace unos 8.000 años favorecen la investigación. Esta cavidad, que se encuentra en uno de los macizos del llamado Pico de las Vallinas cuenta con un índice de termicidad adecuado, con una temperatura media anual de 8,1 grados, una temperatura media mínima del mes más frío de -4,3 grados y una temperatura media máxima del mes más frío de 5,5 grados, tal y como recoge en su estudio el equipo que analizó los restos tras el hallazgo de Braña 1 y Braña 2.“En el resto de España, por lo que he podido ver, los restos no presentan la misma posibilidad técnica para hallar el genoma”, indica Lalueza-Fox.
Una espera de 8.000 años
Por eso se ha optado por este hombre, por sus restos óseos y por los resquicios de vida que aún presentaba hasta que fue encontrado engarzados en la base de sus dientes. Los cuerpos hallados en otros puntos de Europa, más al norte y con un clima más frío que permite la conservación en mejor estado, también favorecen la investigación, quizá con más elementos. Pero España, a través de León, trata de ser pionera en el mundo descifrando el jeroglífico completo de aquel hombre prehistórico que campó por la provincia y que pasó miles de años desapercibido.
El CSIC trata de que la espera de Braña 1, en posición de decúbito durante miles de años, no haya sido en balde y que ahora pueda ser el protagonista de un hito en la ciencia y en la historia. Aquel humano puede haber aportado las bases necesarias para que los hombres ahora comprendan mejor su propio origen, atajar enfermedades y dejar comprendido un capítulo de la historia de la Humanidad de suma trascendencia: aquel en el que el ser humano se asentó, conformó familias, trabajó el campo y dio origen a la actual forma de vida.
Fuente: Paleorama
Cristal C. Barreto Cedeño
Antropóloga - UCV
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