Posted on 19 abril, 2013 por Christian Supiot
Arqueología experimental: un espectáculo científico
La Arqueología experimental, nos dicen Colin Renfrew y Paul Bahn en Arqueología. Teorías, Métodos y Práctica, “constituye un medio eficaz de estudiar los procesos postdeposicionales a largo plazo”. Los autores se refieren al experimento de Overton Down, pero la arqueología experimental, mediante la simulación, la fabricación y la recreación también pueden aportar importante información sobre el pasado.
En 1960, se puso en marcha en Overton Down un proyecto de arqueología experimental de larga duración. El experimento consistía en la creación de un gran terraplén de creta y turba de 21 metros de longitud, 7 metros de anchura y 2 metros de altura, con un foso paralelo. El objetivo del experimento era establecer el modo en el que se altera el montículo y el foso con el paso del tiempo así como el modo en el que se comportan los materiales (cerámica, cuero y tejidos) que fueron sepultados en su interior. A fin de controlarlo, se estableció que se llevarían a cabo cortes de seguimiento en 1962, 1964, 1968, 1976, 1992, 2024 y 2088. Un experimento a largo plazo que ya ha arrojado información interesante: en 1964, por ejemplo, la cerámica permanecía inalterada, el cuero poco afectado y los tejidos ya se estaban debilitando y decolorando.
Sin embargo, y aunque el experimento de Overton Down se encuentra ya en los libros de texto, no es ni mucho menos el único ejemplo. De hecho, es, quizá, uno de los menos vistosos. No os aburriré con ejemplos a base de montoncitos de tierra: la arqueología experimental, además de una técnica muy interesante para probar o desmentir teorías sobre el pasado, es una de las variantes de la Arqueología con mayor capacidad para asombrar.
Hace ya un año que El Mundo comentaba en su sección internacional del 23 de marzo que un empresario alemán llamado Bert M. Geurten tenía la intención de buscar financiación para construir un monasterio en la localidad de Messkirch siguiendo los planos del monasterio de San Gallen, una comunidad anterior al siglo XIII cuyos planos se conservaron por azares de la reutilización de pergaminos.
Aunque no se menciona en la noticia que el proyecto cuente con asesoramiento arqueológico (y la página de la fundación está en alemán, lengua que lamentablemente no entiendo), las declaraciones del emprendedor alemán se acercan a los principios de la arqueología experimental. No basta con reconstruir algo sino que hay que hacerlo con los medios (y las limitaciones de la época). Aunque quizá dejar a los trabajadores sin patatas sea algo excesivo.
Sin embargo, el proyecto de San Gallen no es el único que se ha emprendido de estas características. En Francia, Michel Guyot y Maryline Martin (esta última graduada en Historia del Arte) pusieron en marcha, en 1997, la construcción del Castillo de Guédelon. El objetivo: construir un castillo, nuevo desde los cimientos, utilizando las técnicas y materiales de la época.
Los responsables del proyecto describen Guédelon como “una cantera científica, histórica, pedagógica, turística y humana” (mi traducción*). Y en su más que completa página web (francés sí que sé) podéis no solo conocer los distintos aspectos del plan sino también el estado actual de la construcción e incluso planear una visita al lugar.
Gracias a las visitas, Guédelon se ha convertido en un proyecto autofinanciado que no sólo aporta a la región un foco de turismo sino que puede arrojar datos aproximativos sobre la construcción en la Edad Media y que sirve como escuela taller para la recuperación de oficios como la cantería, la forja o algunos aspectos de la carpintería.
Como podéis ver en el vídeo a continuación, la obra cuenta incluso con maquinaria reproducida a partir de grabados, dibujos y descripciones de la época aunque, como pude saber a través de un visitante bien informado, los planos pasan primero por la aprobación del colegio de ingenieros de París, que lleva a cabo algunas modificaciones menores a fin de mantener los parámetros de seguridad.
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El último de nuestros ejemplos por hoy es el de los Moais de la Isla de Pascua. Desde su descubrimiento, los Moais han despertado la imaginación de mucha gente. Y sobre todo, han llevado a los arqueólogos a devanarse los sesos para saber cómo podrían haber sido desplazados de las canteras donde eran esculpidos a sus emplazamientos actuales. Varias son las teorías que se han barajado: transportados tumbados sobre troncos, de pie sobre patines y, más recientemente, haciéndolos andar, como en el vídeo a continuación.
El experimento de Carl Lipo, de la California State University, es el segundo que se realiza siguiendo esta idea. Los primeros intentos, llevados a cabo por Pavel y Heyerdahl, sin embargo, en vez de hacer caminar a la estatua, la arrastraban por el suelo de lado a lado y fueron abortados al cabo de un rato debido a que las esculturas sufrian fracturas en sus bases. Según el artículo de Lipo, el movimiento de vaivén no tiene ese efecto en el Moai.
La importancia de este experimento radica en que con este método se demantelaría la idea de que la Isla de Pascua fue deforestada para mantener grandes grupos de trabajadores y obtener maderos para transportar a los moais. Lipo, de hecho, concluye su estudio con la idea de que tan solo eran necesarios pequeños grupos para esculpir y trasladar los moais y que la monumentalidad no es aquí sinónimo de grandes sociedades organizadas.
Arqueología experimental, ¿dónde está la ciencia?
Una vez vista la fachada más atractiva de esta rama de la arqueología, probablemente muchos se estén ya preguntando: ¿dónde está la ciencia?, ¿cómo puede esta gente sacar conclusiones que superen un análisis científico mínimo?, ¿es que todo vale?
Evidentemente no, no todo vale. Y en la arqueología experimental, como en otras ciencias de laboratorio más canónicas, debemos someternos a unas reglas de juego que aseguren la validez de nuestras conclusiones. ¿Dónde está la ciencia? Pues precisamente en eso, en que las conclusiones de la arqueología experimental se basen en procesos medidos, documentados y planificados cuidadosamente.
Para que los resultados del experimento tengan una validez científica tienen que cumplirse una serie de requisitos: una hipótesis o una cuestión arqueológica previas y concretas a analizar; sistematización de los materiales y métodos utilizados; que los materiales (caso de no ser auténticos) no comprometan el experimento, parámetros del experimento apropiados y contexto académico (Outram, 2008).
¿Qué quiere decir esto? Básicamente que hay que tener claro qué se pretende demostrar o investigar antes de ponerse a trastear; que cada elemento utilizado y cada proceso realizado deben ser convenientemente medidos, analizados y cuantificados de forma que cualquiera, en cualquier parte del mundo, pueda reproducir tu experimento; que los materiales que utilices sean lo más próximos posibles a los originales de tal forma que no comprometan la validez de la experiencia o, si lo hacen, quede muy claro cómo afectan a tu hipótesis; que el proceso y los elementos usados sean los correctos (si quieres construir un castillo del siglo XIII no puedes usar los planos de un castillo del siglo XV); y que tu experimento esté, como en todo trabajo de investigación científico, apoyado por una investigación arqueológica y bibliográfica previas.
Fuentes:
COLES, J. Experimental Archaeology. Londres: Academic Press, 1979. Print.
FERGUSON, J.R. Designing Experimental Research in Archaeology. Boulder: University Press of Colorado, 2010. Print.
LIPO, C.P. et alii. ”The ‘walking’ megalithic statues (moai) of Easter Island“ Journal of Archaeological Science. 5 de Octubre de 2012. Web.
OUTRAM, A.K. “Introduction to experimental archaeology” World Archaeology 40.1 (2008): 1-6 Print.
Enlaces de interés:
- Carolingian Culture at Reichenau & St. Gall. http://www.stgallplan.org/index.html
- Campus Galli http://www.karolingischeklosterstadt.com/
- Castillo de Guedelon http://www.guedelon.fr/en/
*Ya, ya sé que “chantier” no es exactamente una “cantera”. Pero en el contexto de la frase creo que la traducción es apropiada.
Por: Christian Supiot
Fuente: Aquí fue Troya
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Iv. Cruz
Antropóloga, UCV
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